Regina Oteiza Arrieta
El nicho de terror de internet no ha parado de hacer ruido desde la confirmación por parte de la compañía de cine A24 de una película sobre los backrooms. Aunque este fenómeno apareció por primera vez en 2019, y luego en 2022 con el icónico video de YouTube creado por Kane Parsons (en su canal Kane Pixels), los fanáticos del terror y espacios liminales esperan con ansias el estreno de la película, calculado para el 2025.
Para las personas que no pasan tanto tiempo en internet como yo o que no conocen este fenómeno, backrooms se refiere a supuestas habitaciones “detrás” de la realidad a las que se accede normalmente por accidente, como un tipo de glitch. Visualmente, corresponden a imágenes y fotografías que “se sienten raras”, como han descrito los usuarios en distintas plataformas. En un inicio, eran fotos de recámaras infantiles, pasillos largos y oscuros (a veces fluorescentes), hoteles, cines, parques de diversión, albercas y espacios familiares que a su vez albergaban una sensación siniestra.
Hoy, su influencia es de las más significativas para el terror en internet; el fandom creció con rapidez y no tomó mucho tiempo para agregar elementos que, a la fecha, son indispensables para el imaginario de los backrooms: espacios ya no sólo fotografiados, sino generados por IA, distintos niveles, monstruos y entidades que moran en ellos. Es sobre estas donde pone el enfoque este artículo. El espacio mismo, que en un muy breve inicio se erigió como el fundamento del terror en los backrooms, se llenó: lo que comienza a dar más miedo son las entidades dentro de él. Hay listas sobre las entidades, sus apariencias físicas, el grado de riesgo y los niveles a los que corresponden.
En otras palabras, parece ser que la génesis del terror en los backrooms está en meros accidentes, en la materia que amenaza con quitar la vida. ¿Por qué la insistencia en incluir entidades en lugar de explotar las posibilidades del espacio como terrorífico por y en sí mismo?, ¿cómo una ausencia puede ser a su vez una presencia?, ¿la plaga dasmánica¹ de la que temía Heidegger es la que nos está impidiendo pensar al espacio de esta forma?
¹ Para Heidegger, el das Man es aquél que vive en la medianía, es decir que no se preocupa por su existencia como participante de un fundamento; se conforma con lo que se le presenta, se entretiene con nimiedades y no se hace responsable de su angustia. Vive por lo tanto una existencia inauténtica. Por lo mismo, este tipo de sujeto busca escapar de cualquier emoción o estado displacentero.
Busco explorar estas preguntas a través de lentes heideggerianos; a pesar de la infamia que gira alrededor de la filosofía de Heidegger por críptica, confusa o políticamente incorrecta, creo que al limitar el análisis a ciertos conceptos se tendrá una comprensión más clara del texto. El argumento que lo despliega es el siguiente: la tradición operante en los backrooms es la metafísica de la presencia que Heidegger se dedicó a criticar en Ser y tiempo. La consecuencia principal es que los backrooms se están habitando de manera dasmánica al refugiarse en un miedo mundano ante un terror más primigenio. Además, con ello haré un puente hacia otros precedentes del terror donde la metafísica de la presencia ya estaba en marcha.
Quiero dar un poco de contexto a lo que se refería Heidegger al hablar sobre la metafísica de la presencia. El núcleo de la filosofía de Heidegger se encuentra en la búsqueda de la comprensión del Ser, que él entiende como el fundamento de la realidad y de todo lo ente, a través del método fenomenológico. Para los fines de mi texto, se trata de un procedimiento que busca encontrar la esencia a través de un desvelamiento, de ver qué permanece más allá de los accidentes y de la materia como común a toda experiencia del dasein (ser ahí, o ser en el mundo). Al contrario de estos esfuerzos, Heidegger le reprocha a la filosofía el haber caído en una metafísica de la presencia a lo largo de su historia: desde el mundo de las Ideas de Platón hasta el Espíritu absoluto de Hegel, el fundamento de la realidad se ha concebido como algo estático, al hallarse en un lugar concreto, siendo siempre el mismo e inamovible.
Esto, según Heidegger, ha llevado a que el fundamento se vea como una presencia debido a que se entifica; sus consecuencias más extremas, por ejemplo, se encuentran en el cientificismo, puesto que el fundamento de las cosas se reduce a parámetros y leyes empíricas. Para esta escuela de pensamiento, lo real es lo material; lo que puede observarse, medirse bajo leyes, y sobre todo controlarse.
De manera análoga, dentro del avanzado fenómeno de los backrooms, el concepto o fundamento se ve materializado; toma corporalidades diversas para llenar los espacios e infundir el miedo a la muerte.
De hecho, podría afirmarse que hay precedentes cinematográficos de esta crítica heideggeriana, particularmente en el terror que se encarna; va de la mano con el paradigma gnóstico, donde el fundamento del terror o del mal se hace cada vez más mundano y material.
Quisiera detenerme brevemente en dos referencias: Prometeo (2012) y El descenso (2005). En el primero, la causa de la destrucción y del temor del universo de Alien se va volviendo cada vez más material: inicia con una forma casi pura (el líquido negro que usaron los Ingenieros) hasta su materialización última, el xenomorfo. En el segundo, el principio terrorífico acaba siendo las criaturas ciegas y carnívoras que atacan al grupo de amigas en su expedición a una cueva desconocida.
En este caso, el espacio (la cueva) es en sí misma terrorífica, e incluso parece ir a un fundamento mucho más originario que las criaturas ciegas; una ausencia. Más adelante me detendré en ella.
Heidegger diría que incluso la comprensión (una de las expresiones que tiene el Dasein para entablar una relación con su entorno/el mundo) se ve atrofiada en la forzosa inclusión de entidades en los backrooms: no hay una motivación para comprender lo abierto en sí, que, en este caso, sería el espacio liminal, lo que se presenta como posibilidad y apertura de mundo al sujeto que entra en él. En contraste, se evade la comprensión de estos espacios liminales en sí al llenarlos de entidades, donde el miedo “dasmánico” encuentra su objeto.
Desde Heidegger, podemos decir que los backrooms se estarían experimentando desde este estado, y más aún, propiamente, ya que el miedo del das Man busca alejarlo del verdadero terror, de su fundamento: la absoluta soledad, el terror de no tener nada “a la mano” (término que utiliza Heidegger) para utilizarlo a nuestro favor y comprender el mundo. Esencialmente, los backrooms privan al sujeto de tener una experiencia práctica de la realidad: su especialidad se niega a orientar al desafortunado que ha entrado en ella, le niega generar una relación.
El terror primigenio, esta “esencia” de los backrooms, se debilita cuando aparecen más entidades en ellos: le dan al sujeto un ancla en la realidad, porque puede reconocer que hay un otro en el cual se ve a sí mismo reflejado, y eso le basta para asegurar su propia existencia. Es como si el das Man buscara echar ese terror primigenio bajo la alfombra para cubrirlo con un miedo más mundano e inmediato; se trata de una distracción.
En otras palabras, el concepto de backrooms se presenta esencialmente como inempleabilidad. La ausencia, este vacío de un otro, de la imposibilidad de volver práctico el mundo es la verdadera presencia en los backrooms, no las diversas entidades que pretenden poblarlos para gestar el terror. Los monstruos son sólo un consuelo ante un espacio sin referencias de un otro como yo, un otro en el cual pueda verme reflejado. Sin ellos, entonces, surge una soledad absoluta.
La principal consecuencia filosófica de esta insistencia en llenar de entidades a los backrooms es que el espacio no pueda pensarse en sí mismo, como si el espacio por sí solo no pudiera ser terrorífico. Lo que intenté perfilar en este artículo es que el espacio “inhabitado”, de ausencia, es de los imaginarios menos explorados en el terror, y precisamente para explorarlo habría que devolverle al espacio su carácter de presencia, de fundamento de terror.
Bibliografía:
Heidegger, Martin. 2022. Ser y tiempo. México: Fondo de Cultura Económica.
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