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La frontera interior: exploraciones en la moda

Diego Francisco Calderón

Por Natalie Foss

Por hastío, desdén, asco o desesperación, Occidente se convirtió en una diva engreída y le volteó los ojos al mundo con tal desprecio que sus globos oculares quedaron al reverso. Cualquier persona podría pensar, a consecuencia de esto, que los occidentales carecen de vista; sin embargo, nosotros que padecemos de este trastocamiento de los ojos, estamos conscientes de nuestras facultades visuales. Nosotros vemos como cualquier otro organismo con pupilas, con la pequeña excepción de que nuestra vista se dirige hacia el interior de nuestras cabezas.

Esto explica la bizarra obsesión que tenemos con el concepto de interioridad, pues cualquier oído atento no solo dará testimonio de su numerosa presencia en los más distintos discursos, sino que también advertirá que es uno de los conceptos mejor valorados. A la interioridad se le piensa como un terreno puro, vasto, complejo, emancipatorio y libre; mientras que a la exterioridad se le juzga como simple, corroída y compuesta de grilletes que buscan hacerse pasar por joyería. De ahí que la búsqueda por la genuina paz, felicidad y belleza siempre sea una odisea al interior. Mientras tanto, cualquier persona que dé el menor indicio de estar lanzado hacia la exterioridad es juzgada de “superficial”.

No obstante, mi propósito con este artículo no es corroborar la validez de estas valoraciones, sino señalar la manera en la que la interioridad se despliega cada vez más en nuestro mundo. Y es que la interioridad ha alcanzado tales magnitudes que ha dejado de ser un sol que cautiva nuestra atención momentáneamente y se ha tornado, por el contrario, en un agujero negro que amenaza con succionarlo todo: la moral, la revolución, la individualidad e incluso el arte.

Ejemplo de esto último lo podemos hallar concretamente en la música. Recordemos que históricamente la contemplación y disfrute músical siempre se habían dado en un espacio público. La música estaba lanzada hacia el exterior en tanto que los sonidos de los instrumentos necesariamente inundan por completo el espacio en donde se encuentran. La música, entonces, jamás estuvo hecha para un solo par de oídos, siempre podía ocurrir que las notas llegaran a los tímpanos de un desconocido.

Ahora bien, esto cambió radicalmente con el advenimiento de los audífonos. Como bien resalta Derek Thompson en el artículo How Headphones Changed the World: «El propósito de los audífonos es el de concentrar un sonido relativamente silencioso y privado en el oído del oyente» (Thompson & Chun, 2012). Esto significa que los audífonos eliminan el carácter exterior que habíamos explicado anteriormente, puesto que ahora los sonidos no se desbordan hacia afuera, sino que repliegan el sonido a los oídos de un solo sujeto; y de esta manera, la música ya no se escucha en el exterior, sino que retumba en las paredes de nuestra interioridad.



Los audífonos, entonces, inauguran un nuevo espacio para la música y con ello, un océano de posibilidades. La música de Billie Eilish no existiría sin este nuevo territorio: la intimidad que sugieren las vocales susurradas de la artista solo hacen sentido por medio de los audífonos. Es como si ella misma te estuviera cantando al oído: una experiencia privada, solo para tí y tus adentros.

Esta distinción nos permite entender mejor la crítica y burla del snob músical cuando enjuicia negativamente que alguien escuche reggaeton con auriculares. Ante todo, lo que se denuncia es que se le pretende dar una dimensión interior a música que es fundamentalmente exterior; con ello deducen que la persona que se atrevió a cometer tal “sacrilegio” posee una interioridad mínima, esto es, que es “poco profunda”, pues de lo contrario no lo hubiera hecho.

La música no posee el monopolio del fenómeno ya analizado. Virtualmente no veo razones que impidan que otras artes mantengan un género interior y uno exterior. La investigación de estos territorios en las artes constituye un campo fértil de estudio para todo aquel que se quiera adentrar en esta tarea. Por lo pronto yo puedo dar testimonio concreto de otro arte que presenta un caso similar. Me refiero, por supuesto, a la moda.

Pensar a la moda en estos términos puede representar un reto debido a distintas razones. Una de ellas es el hecho de que exista tal cosa como la ropa interior, por lo que muchas personas al pensar en moda interior llegan a imaginarse calzones, calcetines y brassieres; sin embargo, como veremos más adelante, incluso se puede dar el caso de que haya ropa interior que sea moda exterior.

Para poder apreciar las distintas dimensiones que tiene la moda, vale la pena resaltar que, históricamente –al igual que la música–, la moda estaba lanzada hacia afuera. Esto significa que carecía de una dimensión privada y subjetiva, lo cual hacía que, principalmente, la ropa y el arte de vestirse encontraran su propósito en la mirada ajena. En pocas palabras: te vestías para que te vieran otras personas.



Una mirada hacia la moda de siglos anteriores confirma nuestra tesis. Tomemos como muestra los corsets del siglo XVII. Esta prenda tenía el propósito de enfatizar las curvas de los cuerpos, esto es, reducir el diámetro de la cintura a fin de acentuar las caderas y el busto para dar un hourglass figure; sin embargo, todo esto se daba sin la mayor consideración por la comodidad de las personas que lo usaban. Así, los corsets y las complicaciones de salud se emparentaron. «La compresión de los órganos en el área abdominal podía causar problemas digestivos y con el tiempo los músculos de la espalda podían atrofiarse. De hecho, el uso prolongado de corsets ajustados provocaba la deformación de la caja torácica» (Isaac, 2017).

Si la moda está destinada a ser apreciada por un público, poco importa si es agradable de utilizar. De este modo, podemos decir que las pelucas barrocas, los vestidos de novia, las corbatas y el maquillaje todas corresponden a la moda exterior, pues se lanzan fuera del individuo, dispuestas a ser captadas por los ojos de quien sea que esté cerca. Un caso extremadamente curioso es el de la lencería, puesto que es una variación de lo que se denomina como “ropa interior”; sin embargo, que sea ropa que se oculta debajo de otra capa no le procura la dimensión de interioridad que nosotros acuñamos. Y es que el propósito de la lencería es el de ser contemplado por otras personas a fin de provocar deseos sexuales. No importa si sientes incomodidad por tener un pedazo de tanga metido siempre y cuando provoque excitación en tu pareja. En ese sentido, la lencería, a pesar de ser ropa interior, pertenece a la moda exterior.

¿Qué es, entonces, la moda interior? Si definimos a la moda exterior como aquella que carece de subjetividad, privacidad y cuyo propósito es que sea contemplado por un público, entonces la moda interior es la que se opone a estas características: es subjetiva, privada y no se dispone a ningún espacio público, sino que se recluye en un espacio al que solo tiene acceso una sola persona. Lo anterior significa que las personas que “se visten para ellas mismas” siguen manteniendo una moda exterior, puesto que siguen lanzadas hacia afuera. En este caso, el público al cual va dirigida es la persona que está frente al espejo.

Las prendas extravagantes y únicas que resaltan la individualidad no son, en lo absoluto, interiores. Solo las prendas que tienen un prominente aspecto háptico pueden adquirir esta dimensión, porque es en la sensibilidad en donde se cumplen los requisitos ya mencionados. No obstante, cabe aclarar que el uso de la palabra «háptico» en este artículo no se limita meramente a lo táctil, sino que pretende abarcar también la sensación térmica, la movilidad y la protección general del cuerpo.

En pocas palabras podemos decir que la moda interior es aquella cuyo propósito primordial no es el de ser vista por un público, sino el de ser sentida por la persona que lo lleva puesto. Ejemplos de prendas que correspondan a la moda interior serían, a mi parecer, las pijamas, las hoodies, los tenis, los pants y las chanclas –entre otros–. Y es que si bien se han llegado a “exteriorizar” estas prendas, su propósito original se conserva: proporcionar comodidad a quien los usa.

El caso de las pijamas es claro. Las pijamas se hicieron con la idea de la privacidad en mente. Estas prendas están diseñadas para ser utilizadas en el hogar y, más específico aún, para ser utilizadas a la hora de dormir. Las pijamas obtienen su razón de ser en los espacios en donde los ojos no alcanzan a desplegar su mirada, ni siquiera los propios. Para que las pijamas hagan propiamente sentido se precisa cerrar los ojos que ven hacia afuera y despertar los ojos que ven hacia adentro, hacia el reino onírico: único y subjetivo.


Para entender el fenómeno de la interioridad de las pijamas es necesario hacer notar su origen. Las pijamas son provenientes del subcontinente Indio, el cual vió nacer a una de las religiones más grandes del mundo: el hinduismo. Desde el año 800 a.c el hinduismo ha puesto en el centro de su doctrina el descubrimiento del ātmā –el verdadero ser del individuo–. Este «verdadero ser», como ya podrán imaginarse, se halla en el interior de uno mismo (Flood, 2013, p.103-137). Esto explica porque las pijamas pudieron emerger: la cultura que las engendró tenía conciencia de la interioridad.

El reconocimiento del fenómeno de la moda interior es de suma importancia para el estudio libre de este tipo de arte. Esto se debe, en gran medida, a que la discusión de la moda mantiene una óptica moral. Esto significa que los críticos toman un papel jurídico y aplican una sentencia negativa a toda moda que no vaya de acuerdo con el canon. En tanto que la moda ha sido históricamente exterior, podemos entender porqué a la moda interior se le ha banalizado enteramente con la designación de estar “en fachas”. El duro dictámen de Karl Lagerfeld es prueba de esto: «Los sweatpants son la prenda que una mujer usa cuando pierde el control de su propia vida» (Barberena, 2019).

Sin embargo, si eliminamos la moral en nuestras consideraciones acerca de la moda y reconocemos a la moda interior con valor inmanente, entonces frente a nosotros queda al descubierto un mundo del todo inexplorado. Me atrevería a decir, incluso, que es en este nuevo territorio en donde se puede dar una genuina vanguardia en este arte, en vez de recurrir al morbo tecnológico que Coperni trató de impulsar en el Paris Fashion Week Spring-Summer 2023. Incluso la prenda más avantgarde resulta un tanto conservadora frente a la moda interior debido a su larga tradición exterior. ¿Cómo podría explorarse la moda interior más allá de la comodidad? Si la moda interior no está lanzada hacia un público, ¿cómo serían las pasarelas? ¿Seguirían siendo pasarelas? Estas solo son unas cuantas preguntas que emanan del fenómeno de moda interior cuya respuesta promete cambiar la manera en la que pensamos este arte.

Asimismo, en tanto que la moda emerge de contextos sociales, la ulterior investigación de las dimensiones espaciales de la moda puede ayudarnos a comprendernos mejor a nivel antropológico, psicológico y social. ¿Qué personas, subculturas y poblaciones han adoptado más la moda interior? ¿Por qué lo han hecho y que nos dice esto de nuestra actualidad?

El mundo abunda en fronteras: mares, cordilleras, lenguajes, banderas. Puede resultar abrumador descubrir que el arte no se exime de ellas. La interioridad y la exterioridad parecen marcar mundos completamente diferentes, desde los estilos que proponen, hasta las subjetividades que atraen. Sin embargo, si algo nos queda claro, desde Pangea hasta la caída del antiguo imperio romano, es que las fronteras también están sujetas al cambio. El arte bien puede ser el catalizador para entendernos desde otros espacios; en lo que concierne al arte de vestir, parece ser que el primer paso es admitir que las fachas están de moda.


Referencias

Barberena, R. (2019, September 26). Las frases más sabias de Karl Lagerfeld. Harper's Bazaar México. Retrieved July 25, 2023, from https://www.harpersbazaar.mx/entretenimiento/mejores-frases-karl-lagerfeld

Flood, G. (2013). The Truth Within: A History of Inwardness in Christianity, Hinduism, and Buddhism. OUP Oxford.

Isaac, S. (2017, February 17). The dangers of tight lacing: the effects of the corset — Royal College of Surgeons. Royal College of Surgeons. Retrieved July 25, 2023, from https://www.rcseng.ac.uk/library-and-publications/library/blog/effects-of-the-corset/

Thompson, D., & Chun, R. (2012, May 30). How Headphones Changed the World. The Atlantic. Retrieved July 25, 2023, from https://www.theatlantic.com/technology/archive/2012/05/how-headphones-changed-the-world/257830/


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