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Vida contemplativa: una crítica a la irresponsabilidad ontológica

Diego Calderón

Vida contemplativa: Byung-Chul Han

Vida Contemplativa: Elogio de la Inactividad es el ensayo más reciente por parte del renombrado filósofo surcoreano Byung-Chul Han. Escrito originalmente en alemán, el texto ha llegado exitosamente al mundo hispano gracias a la traducción de Miguel Alberti, y al trabajo de la editorial Taurus.


El texto comienza sin rodeo alguno al plantear la siguiente sentencia que sirve como guía para el resto del libro: «La existencia humana en conjunto está siendo absorbida por la actividad» (Han, 2023, p.11). A partir de esta desgarrante observación, el autor sostiene que tal condición amenaza la existencia humana al condenarnos a la mera supervivencia, haciendo de la posibilidad de vivir libremente algo cada vez más lejano. Como solución a este destino fatal, el autor propone una reivindicación de la inactividad, con el fin de poder desarrollar una ética de la contemplación que nos emancipe del régimen de la productividad. Esto, como consecuencia, promete no solo la liberación del humano, sino también el cese de la destrucción ambiental. 


La propuesta de Byung-Chul Han es atractiva, de esto no hay duda alguna; sin embargo, el poder de su proyecto se limita a la descripción de la contracubierta, pues el desarrollo argumentativo deja mucho que desear. En concreto, lo que resulta más problemático es la ontología con la cual construye y apoya sus críticas, ya que no solo llega a contradecir su propuesta ecológica, sino que en última instancia sugiere una suerte de supremacismo. 


La crítica no es menor y no estaría planteada tan audazmente si no fuese porque Han presenta abiertamente esas ideas desde el primer capítulo: 

Allí donde solo reina el esquema de estímulo y reacción, necesidad y satisfacción, problema y solución, propósito y acción, la vida degenera en supervivencia, en desnuda vida animal. La vida solo recibe su resplandor de la inactividad. Si se nos pierde la inactividad en cuanto capacidad, nos pareceremos a una máquina que solo tiene que funcionar. (Han, p.13)

El argumento es muy claro: solo los humanos son capaces de vidas plenas en tanto que son libres gracias a que tienen la aptitud de la inactividad; el resto de los entes —específicamente los animales— solo pueden aspirar a la mera supervivencia debido a su absoluta determinación. Este tipo de ontología no debe de pasar desapercibida incluso por aquellos que se suscriben plenamente al humanismo, pues estructuralmente no hay nada que impida que se cambien los actores: Han toma como víctima al mundo no-humano, pero bien podría aplicar a minorías. 

Al igual, cabe resaltar que el autor da un veredicto negativo al mero “sobrevivir”, considerando que no es deseable. Con esto en mente, su proyecto de conservación ambiental toma un giro siniestro al asimilarse a la condena de Sísifo: castigamos a la naturaleza a llevar una existencia vacía, pero sin que ella tenga el poder de revalorizarla. ¿Por qué mantenemos con existencia a algo cuya vida consideramos no vale la pena ser vivida? 


Es cierto que en el último capítulo —«La sociedad que vendrá»— se pretende criticar al antropocentrismo. Aquí se rescata el pensamiento de los románticos y se afirma que una contemplación desinteresada puede emanciparnos de la tiranía del «yo». Al hacer esto, nuestra percepción cambia radicalmente al no reconocer una diferencia entre el sujeto que percibe y el objeto percibido. La naturaleza y el humano se reconcilian en un todo infinito y, en esa unión, la naturaleza es salvada de su condición existencial que le permite ser explotada. 


Esta no es ninguna solución. El argumento puede ser atacado desde varios puntos, pero el más significativo es que sigue haciendo a la naturaleza dependiente del humano. No es una reivindicación de la naturaleza misma, sino una reivindicación de la naturaleza para nosotros. En otras palabras, somos incapaces de amar este mundo, a menos que se nos presente como algo totalmente distinto. Triste e ingenuo a la vez, pues si precisamos de una experiencia mística de niveles globales para respetar al planeta, estamos condenados. 


Vida contemplativa: Byung-Chul Han

En realidad no había manera de que el autor pudiera dar una respuesta satisfactoria. El corazón de su ontología se lo impide. «La acción trae consigo una falta de ser» (Han, p.110). Esta idea se repite a lo largo del ensayo y se explora a profundidad en el cuarto capítulo, «La absoluta falta de ser». La afirmación de esta tesis representa una enorme tragedia debido a que elimina una de las pocas virtudes que pudo haber tenido el libro; esto es, que hubiera podido pensar a cada ente como algo en sí mismo, de forma tal que demostrara tener una genuina apertura filosófica al mundo. Por el contrario, el autor acoge el modelo de pensamiento más manoseado y caduco: el arbóreo. Así, reduce la realidad a una sola cosa que tiene genuina existencia, mientras que todo lo demás se explica como un derivado pobre y degradado de esa misma cosa. 


Sigamos el razonamiento: puesto que la naturaleza solo es capaz de la actividad, se sigue que es carencia de ser; y puesto que el humano sí es capaz de la inactividad, se entiende que tiene realidad propiamente. De este modo, incluso resultaría preferible para la naturaleza que sea explotada por humanos, en vez de que estos se extingan y la dejen en paz, ya que solo los humanos serían capaces de brindarle existencia plena. Todo intento de erigir una ecología con estos fundamentos en mente está destinada a la subestimación de lo natural.


Por otra parte, el hecho de que Han no pueda considerar a la actividad como algo en sí mismo hace que acciones claras como el juego, la fiesta y el pensar las catalogue como inactividades. Es necesario resaltar que esto bien puede ser un error de traducción por parte de Miguel Alberti. En varias ocasiones el libro utiliza los términos de «actividad» y «productividad» como intercambiables. Esto conduce a problemas serios en la lectura, pues no son lo mismo. Ahora bien, en defensa del traductor, todo apunta a que es responsabilidad del filósofo, porque hace poco sentido afirmar que la naturaleza es inevitablemente capitalista. 


En definitiva, el libro presenta graves carencias argumentativas. El marco ontológico en el cual articula sus pensamientos conlleva consecuencias que, en el mejor de los casos, resultan irracionales; y en el peor de los casos, generan una justificación teórica para la esclavitud. Si eres un estudioso de Heidegger quizás pueda llegar a interesarte el tercer capítulo, «De la acción al ser». Aquí aborda un análisis del cambio de paradigma que experimenta este autor desde su proyecto inicial hasta sus textos tardíos. 


Si eres alguien con preocupaciones socioambientales que se toma en serio su reflexión, Vida Contemplativa: Elogio de la Inactividad posiblemente tiene poco que ofrecerte. Byung-Chul Han goza de la reputación de ser un lector accesible, pero esta valoración llega a subestimar mucho a su audiencia. Si eres capaz de leer este ensayo, puedes leer sin problema alguno a los autores con los que dialoga: Walter Benjamin, Agamben, Hölderlin, Nietzsche y Arendt, entre otros. 



Referencias

Han, B.-C. (2023). Vida Contemplativa: Elogio de la Inactividad / Contemplative Life: A Praise to Idleness. Penguin Random House Grupo Editorial.





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