Cass Arelleno
ADVERTENCIA: este texto contiene discusiones sobre transfobia y violencia hacia personas trans. Leer con discreción.
Before their eyes in sudden view appear
The secrets of the hoary deep, a dark
Illimitable ocean without bound,
Without dimension, where length, breadth, and height, And time and place are
lost; where eldest Night
And Chaos, ancestors of Nature, hold
Eternal anarchy, amidst the noise
Of endless wars, and by confusion stand. (Milton, 2005, p. 70)
Me parece surreal que cada vez que me acerco más a sentirme más comodx conmigo y con mi manera de presentarme ante el mundo, más insegura y asustadx me siento. Entre más vocal sea sobre mi identidad y mi estilo de vida, más siento las amenazas que la gente hace, más siento al mundo listo para eliminarme. Estos últimos días en especial he escuchado a más gente enunciar discursos de odio dirigidos a personas como yo, asegurando que en el momento en el que nos vean nos van a matar, diciendo que el mundo sería mejor sin nosotrxs. Ya no puedo ignorar que mi cotidianidad se ha situado en un mundo de confusión y guerra interminable, que al anunciarme como persona trans ante el mundo, he construido mi casa en el caos.
En 1667 el poeta inglés John Milton publicó un poema épico titulado Paradise Lost, el cual relata la historia del pecado original. En dicho poema, el Caos es el espacio que existe entre el cielo, la tierra y el infierno. Caos es una dimensión vacía y confusa: un espacio sin límites espacio-temporales, un lugar plagado por violentos vientos y una atmósfera hostil. En esta región todos los elementos se mezclan en una masa sin orden o sentido, contrastando con el abismo salvaje que la rodea. El estado de Caos es tal que al mismísimo Satanás le cuesta trabajo cruzarlo y presenta uno de los desafíos más grandes que este tiene que afrontar en su búsqueda por venganza.
Pocos pasajes en el poema de Milton me capturaron tanto como aquellos que estaban situados en el reino del Caos y fue después de mucho pensar que pude encontrar las conexiones entre las descripciones del autor inglés y mi nuevacotidianidad, el mundo en el que aparentemente habito. Y es que no podía sentir más que simpatía por Satanás mientras cruzaba esta salvaje dimensión en busca de un nuevo paraíso que conquistar. No es que Satanás viviera en el Caos -incluso el diablo tiene un lugar para habitar-, pero leer la manera en la que se aventura dentro de este mar de confusión para encontrar una vida distinta a aquella a la que se le condenó se siente incómodamente familiar.
Sin embargo, las personas trans no tenemos la ventaja de llamar el Caos tan solo un camino que tenemos que cruzar: en realidad nosotrxs tenemos que aprender a habitar este reino de sombras y violencia. La transfobia institucionalizada y las normativas cisgenero hacen de la cotidianidad trans un lugar sin orden y forma, sin seguridad. No hay un contorno claro dentro del cual unx pueda vivir. Cualquier posibilidad de un futuro se pierde entre la niebla y cualquier intento de adentrarse al mundo, de participar en la sociedad, se ve obstaculizado por la constante violencia y hostilidad. He de admitir que en un principio, un mundo amorfo donde los límites son borrosos y el cambio constante es justamente lo que buscaba dentro de la identidad trans no binaria, pero nunca me imagine que una búsqueda por una existencia que se sintiera más adecuada a mí me situaría dentro de un reino preliminar, lleno de guerra, amenazas y muerte.
Es importante resaltar que yo me beneficio de un inmenso privilegio. Los lugares en los que suelo habitar cuentan con redes de apoyo e intentos -en su mayoría efectivos- de inclusión. Sin embargo, la mayoría de las personas trans no tienen esa suerte, especialmente en México. Sería muy útil en este punto llenar este texto con estadísticas sobre la vida y la muerte -en muchos casos violentas- de las personas trans en este país, pero la realidad es que datos como estos son escasos porque a las autoridades e instituciones en realidad no les importamos. Pero no necesito fuentes o estadísticas que me respalden porque la violencia no es sutil y el odio se hace notar. En este país -y en muchos otros- el ser trans se convierte, en el mejor de los casos, en un exilio a los márgenes de la sociedad, y en el peor de los casos, una sentencia de muerte.
Todo esto no es para decir que no estoy feliz y segurx de identificarme como una persona trans, pero estoy cansada de fingir que no he sido forzadx a situar mi casa en el reino del caos, que se me ha exiliado del cielo, la tierra y el infierno, y que se me ha situado en un mundo donde el sonido de la guerra es incesante y reina la confusión.
Este texto no es una señal de resignación, es un anuncio de guerra. Es una señal de que estoy listx para luchar por mi lugar en el mundo. Y que aquellos que buscan la desaparición de la gente como yo no se equivoquen: no estoy buscando vivir dentro de el mundo cis-normativo. Mi lucha no es por la inclusión a un sistema que ha hecho clara su postura ante la gente trans, es una lucha de resistencia. Si fuimos forzados a vivir en el Caos, estamos listxs para traer el Caos con nosotrxs.
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Bibliografía
Milton, J. (2005). Paradise Lost. Oxford University Press.
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