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La naturaleza oculta de la política ambiental

Diego Lovera Camacho

La naturaleza oculta de la crisis ambiental

En respuesta a la crisis ambiental que estamos viviendo ha aparecido el concepto de “política ambiental”. Parece que el término se refiere a medidas que se toman para mitigar el daño al ambiente que provoca la actividad humana. Sin embargo, a pesar de la política ambiental de gobiernos, empresas y cualquier clase de instituciones, la crisis climática continúa empeorando. Solíamos pensar que los efectos del cambio climático afectarían a los hijos o nietos de nuestras generaciones, pero hoy podemos sentir los efectos del cambio climático en nuestras vidas diarias.


Bajo el supuesto de que la política ambiental, en su sentido actual, es un fracaso y que por ello no hay mejoras claras en materia medioambiental, me propongo dar un nuevo sentido al término “política ambiental". Para hacerlo he observado que a partir de la distinción política entre amigo y enemigo que propone el teórico político Carl Schmitt, puedo encontrar una nueva manera de pensar la política que circunda el cambio climático. 

    

    Comenzaré con una exploración del uso actual del término para intentar dar con una definición general. Esto servirá como un punto de partida para que la reformulación que propongo sea fácilmente contrastable con el status quo. Luego introduciré la distinción amigo-enemigo que caracteriza a la política según Carl Schmitt  y por último, utilizaré y adaptaré la distinción amigo-enemigo para intentar reformular el concepto de “política ambiental”. Espero que el resultado brinde a quien me lee una nueva visión general de la política ambiental que, tal como yo lo creo, es necesaria para entender a qué exactamente nos enfrentamos y cuál puede ser el camino para dar con soluciones que de hecho tengan frutos.



Política ambiental (en uso/en sentido coloquial)


El uso regular del término “política ambiental” parece referir a una serie de acciones institucionales, legales y/o de administración de recursos que buscan mitigar el daño climático que provocan personas jurídicas (empresas, dependencias gubernamentales, etc.) e incluso personas físicas (es decir, individuos). Tal es el uso que he escuchado en conversaciones sobre el cambio climático entre académicos, familiares y también funcionarios. Lo he visto utilizado así por dependencias del gobierno y ciertas empresas que dicen tener conciencia climática. Daré dos ejemplos de la forma en que se usa el término y luego una definición general.


La forma de uso que yo he visto y que propongo como formulación primera del término se puede advertir en artículos como Crisis y compromiso de Camila Toledo, publicado en este medio. Camila dice en ese artículo que la política ambiental en México ha sufrido un retroceso que puede observarse, entre otras cosas, en el destino de recursos que supuestamente se utilizan para combatir el cambio climático, pero que en realidad terminan en obras y acciones dañinas para el medio ambiente. Lo que entiendo de esto es que la administración de recursos y las acciones gubernamentales que supuestamente procuran el bienestar ambiental, y que son en sí mismas la política ambiental, han sido deficientes.


El gobierno de México le da un uso similar. En el PROMARNAT (Programa Sectorial de Medio Ambiente y Recursos naturales) cuando se habla de política ambiental, en general se habla de presupuestos, proyectos, programas, “ciudadanización” y reorientación de las instituciones ambientales. También se habla del fracaso de los gobiernos “neoliberales” para impulsar la política ambiental que derivó, entre otras cosas, en poco intercambio entre sectores para procurar el bienestar ambiental y en baja de presupuestos para todo lo relacionado. Entiendo que cuando se dice que con los gobiernos neoliberales la política ambiental perdió fuerza, se refieren precisamente a que dichos gobiernos no invirtieron suficiente tiempo, dinero ni acciones en la solución del problema climático. Nuevamente una política ambiental deficiente.


Si sintetizo un poco mi experiencia y los ejemplos anteriores, puedo conseguir el primero de los objetivos de este texto. La idea es definir el concepto de “política ambiental" tal como se usa, muy a grandes rasgos, de manera que me sirva como punto de partida y contraste con mi reformulación. Tomando en cuenta lo anterior, defino la política ambiental como el conjunto de acciones variadas que realiza un gobierno, una dependencia del gobierno, una institución o una empresa para evitar dañar el medio ambiente o reducir el daño que ya se ha hecho¹.


 

¹Esta definición intuitiva del concepto de “política ambiental” coincide en buena medida con la definición del mismo término que se da en el diccionario panhispánico de español jurídico, a saber, el “Conjunto de intenciones y directrices generales de una organización respecto de su comportamiento ambiental, expuestas oficialmente por sus cuadros directivos, incluidos el cumplimiento de todos los requisitos legales aplicables en materia de medioambiente y también el compromiso de mejorar de manera continua el comportamiento ambiental. Establece un marco para la actuación y la fijación de objetivos y metas medioambientales”. Si bien lo que de verdad me interesa es que coincida con el uso común que se le da al término, la coincidencia con la definición de un diccionario puede ser tomada como indicativo de que se trata de una buena definición.


Con esto en mente ahora puedo introducir el pensamiento de Schmitt en lo referente a la distinción amigo y enemigo para después reformular esta primera forma de política ambiental.


La naturaleza oculta de la crisis ambiental

Distinción amigo-enemigo


En El concepto de lo político, Carl Schmitt propone que solo hay política en donde existe una distinción amigo-enemigo. Para entender esta oposición es útil comenzar donde él empieza: piensa que en toda materia suele haber una distinción última irreductible a la que todas las partes de dicha materia conducen. Por ejemplo, en la ética y la moral, la distinción última a la que todo remite sería la de bien-mal y en la estética la distinción bello-feo, así pues, en la política es amigo-enemigo. 


Lo político según Schmitt consiste en una oposición entre un grupo amistoso y un “otro”, un extraño cuya existencia representa la posibilidad de acabar con la propia forma de vida. La oposición con el enemigo es algo así como un pegamento y las naciones, los partidos, o cualquier otra entidad susceptible de ser política se mantiene unida para hacer frente a la amenaza. La oposición puede o no ser tan intensa que termine por estallar en una guerra. Según Schmitt, la posibilidad real (suceda o no) del derramamiento de sangre, es lo que confirma la cualidad política de cualquier situación. Por ello Schmitt indica que:

 

“Enemigo no es, pues, cualquier competidor o adversario. Tampoco es el adversario privado al que se detesta por cuestión de sentimientos o antipatía. Enemigo es  sólo un conjunto de hombres que siquiera eventualmente, esto es, de acuerdo con una posibilidad real, se opone combativamente a otro conjunto análogo” (2014, 61). 


Sobre los pueblos o cualquier grupo de personas puede decirse que tienen existencia política solo en la medida en que pueden agruparse y separarse en amigos y enemigos. Así, un pueblo que existe políticamente, es así porque es capaz de determinar cuáles son sus enemigos, si otro grupo lo determina por él, entonces este pueblo no es libre políticamente. Si un pueblo no tiene enemigos, tampoco existe políticamente. 


Sabemos ahora que para Schmitt la política se basa en la distinción amigo-enemigo, que el enemigo es un otro que amenaza la propia forma de existencia y que esto tiene que suceder en cuanto grupos de personas. No se trata de enemistades individuales tal como se ve en el párrafo citado. De ello podemos deducir algo que Schmitt menciona en su texto y es que la  existencia política de algo depende de su capacidad de participar de la amistad y la enemistad en el sentido aquí tratado. 


Esta breve introducción de  la concepción básica de la teoría política de Schmitt basta para pensar en la posibilidad de una reformulación del término “política ambiental”, que haré en el siguiente apartado.


La naturaleza oculta de la crisis ambiental

Política ambiental (reformulada)


Como se mencionó más arriba, el término “política ambiental”, en su sentido coloquial, parece solo tratar de ciertas acciones que mitigan el daño ambiental y no queda claro si hay o no una distinción amigo-enemigo en ellas. Si nos suscribimos a la definición general de política ambiental en uso que di hace dos apartados, que es el conjunto de acciones variadas que realiza un gobierno, una dependencia del gobierno, una institución o una empresa para evitar dañar el medio ambiente o reducir el daño que ya se ha hecho, no parece haber en ella distinción amigo-enemigo en ninguna medida. Esto supondría que, pensando en la política desde donde la piensa Schmitt, la política ambiental en uso no tiene nada de política, al menos a primera vista. 


Schmitt también habla de que a menudo se realiza una equiparación entre el concepto de estado y el concepto de lo político. Con ello se consigue disfrazar las diferencias políticas en el  interior de un estado, pues se ven difuminadas por pertenecer internamente a una misma “totalidad”. La “verdadera política”, que consiste en la existencia de la distinción amigo-enemigo, se ve degradada por la equiparación entre lo estatal y lo político y permite que surjan variaciones de lo político que tienen formas menos intensas o invisibilizadas de oposición.


Siguiendo este curso de pensamiento hay que plantear que términos como política educativa o ambiental, que parecen no suponer oposición alguna porque pertenecen todos a la gestión política de, por ejemplo, la unidad del estado mexicano, sí tienen una naturaleza política en sentido amigo-enemigo, aunque esta no se perciba fácilmente. La pregunta que queda es la siguiente: si hay una oposición amigo-enemigo en la política ambiental en su sentido coloquial ¿cuál es?


Para responder a esa pregunta es necesario preguntarse antes qué es lo que combate la política ambiental. La respuesta intuitiva es que combate el cambio climático o la crisis ambiental. No obstante, las mismas políticas ambientales que señalan los dos ejemplos que di en el apartado de política ambiental en uso, nos muestran que este no es el caso. Y me atrevo a decir que en cualquier ejemplo que demos nos encontraremos con lo siguiente: en el artículo de Camila Toledo, cuando de alguna manera declara el fracaso de  la política ambiental mexicana que consiste en que las inversiones gubernamentales no han procurado el bienestar ambiental, Camila no acusa al cambio climático, sino a quienes han reducido presupuestos e impulsado proyectos que deterioran el medio ambiente. En el PROMARNAT tampoco se acusa a la crisis ambiental de las dificultades ambientales que enfrentamos en México, sino a los gobiernos “neoliberales” que fallaron en tomar las medidas adecuadas. No reconocen al enemigo en la crisis sino en otros que han fallado en mitigarla o que han dejado de promoverla.


Pienso que reconocer al enemigo en quienes fallan en mitigar la crisis y no en la crisis en sí misma es correcto. Uno no se puede enemistar únicamente con la crisis ambiental de la misma manera que una persona en zona de guerra no adquiere una enemistad con las bombas que ahí caen, sino que la adquiere con quienes despliegan las bombas. Así, quienes hablan de política ambiental no reconocen como enemigos a los huracanes, las sequías o las inundaciones, sino a los que viendo el daño ambiental que provocan con sus acciones, siguen con ellas.


Estos ejemplos me enseñan que debo diferenciar entre la distinción propiamente política del término “política ambiental” y las medidas que esta toma. La distinción propiamente política del término se presenta como la oposición de quienes reconocen la gravedad de la crisis ambiental y quienes o bien han fallado en detenerla o de hecho la provocan. Por otro lado, las medidas que toma la política ambiental no son otra cosa más que las acciones de diversos grupos de personas que intentan mitigar el daño que se provoca, o sea, las cosas a las que refiere el término política ambiental en su uso coloquial.


Cuando llegamos a pensar a la política ambiental como la oposición entre quienes reconocen la gravedad de la crisis ambiental y quienes la provocan, tanto la política ambiental propiamente dicha, como las medidas que esta toma, adquieren un sentido más amplio. La política ambiental deja de pertenecer únicamente a los gobiernos (o empresas, etc.) y sus planes de gestión ambiental y llega a pertenecer a todo aquel que reconoce en la crisis ambiental una amenaza existencial y, por lo tanto, reconoce un enemigo en quien promueve la crisis ambiental.


En consecuencia, con la expansión de los sujetos que pertenecen a esta distinción política más allá de los gobiernos o cualquier clase de institución, se expanden también las posibles medidas a tomar en relación con el problema. Un ejemplo de esto sería que, en lugar de identificar la política ambiental como un plan gubernamental, aquellos que nos sentimos amenazados por la crisis reconozcamos un enemigo en el mismo gobierno que, quizá disfrazándose con un discurso ambientalista, continúa afectando ecológicamente al país. Lo que hagamos en consecuencia (Camila, por ejemplo, sugiere hacer efectivo nuestro derecho al voto pensando en la elección que más favoreciera el medio ambiente) serían las medidas políticas.


La reformulación que he realizado no consiste en reinventar el concepto de “política ambiental” de alguna manera original, sino en traer a luz lo que creo que es su cualidad esencial. Por ello redefino la política ambiental como la oposición en sentido amigo y enemigo entre quienes reconocemos en la crisis ambiental una amenaza existencial y quienes con sus acciones a gran escala afectan irreversiblemente el medio ambiente.


Lo que quisiera señalar es que quienes mejor han entendido la naturaleza de la política ambiental, son las personas y las organizaciones que se enfrentan a los criminales climáticos, a grandes barcos pesqueros que dañan la fauna silvestre, a la tala clandestina y otro sin fin de acciones que acentúan el daño. Los que mejor han entendido este tipo de política son los que nos concientizan sobre el problema y buscan detenerlo reconociendo la oposición y actuando en consecuencia.


Creo que un ejemplo claro de la naturaleza de la política ambiental lo encontramos en la sociedad de conservación Sea Shepherd. Se trata de una organización que defiende los ecosistemas marinos con acción directa, pues han reconocido que la política ambiental como se entiende ahora falla por diversos motivos. Por ello se enfrentan de manera directa a los enemigos ambientales. Hace algunos años, algunas de sus campañas en contra de los balleneros japoneses persiguieron  a los grandes barcos, los interceptaron, se enfrentaron a ellos y detuvieron  las masacres de las ballenas. Son una demostración de que la distinción amigo-enemigo de la política ambiental encierra la posibilidad real de enfrentamientos directos y efectivos. 


La política ambiental no es un tratado internacional o un plan nacional de ecología y medio ambiente. Se puede encontrar más bien en la oposición que la realización de esos tratados nacionales o planes de ecología presuponen, entre, por ejemplo, un gobierno ecológico y un criminal climático. Pero aún así la política ambiental, como dije, no es exclusiva de los gobiernos o los dueños de las empresas. Pertenece a todos los amenazados por la crisis. Para mí, la crisis ambiental representa una amenaza existencial. Las personas y los animales ya mueren por las consecuencias del cambio climático. Lo que cabe esperar, desde donde he llegado a verlo al realizar este artículo, es que aquellos que nos sentimos amenazados por los que provocan la crisis, como otros que ya lo hacen, hagamos algo al respecto.


 

Bibliografía


Schmitt, Carl. 2014. El concepto de lo político. (Trad. Rafael Agapito) Madrid: Alianza editorial. 





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