Fernando Álvarez Ortega
El caso de Iris Murdoch que fue tanto una filósofa como una escritora excepcional, una platónica declarada. Repitiendo, fue una filósofa que perteneció a un selecto grupo de pensadoras británicas: Elizabeth Anscombe, Philippa Foot, Margaret Masteman, Alice Ambrose y Mary Warnock. Un grupo que sentó las bases de la denominada ética de la virtud.
En el presente escrito me voy a centrar en la noción de bien que formula Murdoch. Decía que con la literatura se pueden hacer muchas cosas, con la filosofía sólo una, y es en el diálogo que sostiene con Brian Magee en donde intenta establecer cuáles son esas muchas cosas y esa sola cosa. En lo personal me quedo con esa sola cosa que se puede hacer con la filosofía; ya que desde su punto de vista la filosofía busca aclarar el problema, me gustaría intentar aclarar lo relacionado a la ética a través de su análisis del bien.
Murdoch abandona la filosofía académica hacia la década de 1950, aunque nunca abandona la filosofía. Ella irrumpe en la discusión filosófica de su época en un momento en que la filosofía moral estaba desacreditada. Junto con Anscombe son las dos filósofas que reorientan la discusión, la reviven y la vuelven acercar a la filosofía.
La gran diferencia con la filosofía de su tiempo lo enuncia Philippa Foot de manera brillante, cuando afirma que: nosotras estábamos interesadas en el lenguaje moral y ella lo estaba en la vida moral. Al final nos dejó. En resumen, se puede afirmar que Murdoch no está interesada en la metaética, lo estaba en la ética. Otra diferencia fundamental con la revolución ética que se daba en Inglaterra es que todas ellas voltearon hacia Aristóteles guiadas por Anscombe, mientras que Murdoch rescató a Platón, era tal la admiración que sentía hacia él que afirmaba que él era nuestro mejor filósofo.
Murdoch en su argumento en torno a la soberanía del bien parte de dos supuestos:
1. Que los seres humanos son egoístas por naturaleza, dados a la fantasía y reacios a hacer frente a realidades desagradables.
2. Que la vida no tiene un punto externo o telos; no hay un dios en el sentido tradicional del término.
Dentro de su concepción señala lo que, para ella, viene a ser el mayor característica/condición/obstáculo de la ética: que los filósofos intentan neutralizar a la filosofía moral con una especie de pseudo objetividad, ésta no toma partido sólo analiza el problema, de aquí que sólo trate de analizar el lenguaje, una crítica indirecta a Wittgenstein a quien admiraba pero criticaba constantemente.
Sostenía que la filosofía moral para poder realmente afrontar el problema y, así, examinar la más importante de las actividades humanas, debe tomar partido, la única manera en que el examen puede ser realista. Una filosofía moral que no señale lo que es el bien, lo que es bueno, es un tipo de filosofía que no ayuda, sus análisis serían/son inocuos.
Esta característica es sumamente importante, pudiera pasar desapercibida, pero es el centro de su argumento. Tan es importante que son precisamente esas diversas nociones de bien que va confrontando en sus novelas.
Siendo coherente con su posición, toma partido, cuál viene a ser el concepto moral supremo, desde su posición es la libertad o, más precisamente, el coraje que se identifica con ella.
Siguiendo a su maestro Platón introduce en la reflexión la única cosa espiritual que se ama de manera instintiva, la belleza. Concepto olvidado o, manifiestamente rechazado, por la filosofía en nuestra época, que es suplido por nada espiritual, por la vulgaridad de la cotidianidad.
La belleza es importante porque es aquello que nos posibilita a dejar de ser egoístas.
Toma dos de las artes para ilustrar su punto: la literatura y la pintura. Son ellas las que nos muestran el modo en que el concepto de virtud está unido a la condición humana.
En consecuencia, sólo eso espiritual que es la belleza nos posibilita superar los dos supuestos del argumento: el egoísmo humano y que nos acerca a dios.
En este punto quiero resaltar una diferencia entre los tratamientos que se dan entre las filósofas que optaban por el análisis del lenguaje moral y ella.
Philippa Foot en su obra Las virtudes y los vicios afirma que en el momento en que se quiera construir una teoría de la virtud y se alude a Aristóteles y a Santo Tomás, lo primero que hace notar es que no existe coincidencia en la terminología. Me detengo y resalto que la filosofía moral es objetiva y analiza el lenguaje moral.
En cambio, Murdoch toma una posición: lo virtuoso viene de las artes; viene de la espiritualidad que se manifiesta en la literatura y en la pintura.
En tanto que literata afirma que el arte viene a ser la más educativa de las actividades humanas, viene a ser ese lugar en donde se puede ver la naturaleza de la moralidad.
Para confirmar/reafirmar su posición pongo un ejemplo actual, con un autor diferente a ella.
La última novela de Ian McEwan, Máquinas como yo, además de ser un excelente ejercicio de ucronía, es un lugar en donde se ve con claridad la vida moral, la moralidad encarnada en las posiciones de los actores de la trama. Para que comprendan a plenitud lo que afirmo recomiendo su lectura, leanla con los ojos de la filosofía moral de Murdoch, sólo así descubrirán que tan sencillo es vivir con una amante y un robot.
Con claridad se ve que toma una posición, la belleza es necesaria en tanto que es una llave que nos permite abrir los amplios caminos de la moralidad. La belleza desata lo espiritual en el hombre, recordemos que está fundando una filosofía moral sin dios.
Requiere eliminar sus dos presupuestos, lo que realiza; curiosamente, con la misma herramienta: lo espiritual de la belleza. Así elimina el egoísmo propiamente humano y sustituye a dios.
El pensamiento de Iris Murdoch es un pensamiento a rescatar, una comprensión que espera ser actualizada.
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