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Destruir bajo las sábanas: unas reflexiones filosóficas en torno al BDSM

Cassandra Arellano

Cuando unx está encadenadx a la cama mientras espera ansiosamente el próximo golpe de la fusta, es muy fácil ver directamente hacia el abismo, entregarse completamente y lanzarse a él. En mi experiencia, cuando unx está inmersx en las distintas prácticas del BDSM¹ el cuerpo es poseído por una fuerza destructora, un deseo incontrolable por terminar con todo, por llevar el cuerpo a la nada. Las nalgadas y rasguños no tienen un sentido, un significado. Si el acto sexual es una manera de comunicarse con la pareja –o parejas–, el BDSM es el discurso del sin sentido, el placer como negación, restricción.

El BDSM parece presentarse ante nosotrxs como la posibilidad de crear a partir de la destrucción, de encontrar una dirección en la falta del sentido. El BDSM es una fuerza destructora; pero, como nos señala la carta XIII del tarot, la destrucción forma parte del proceso del cultivar, de crear nuevos espacios donde las cosas puedan crecer. El dolor aquí no se trata de un desgaste para terminar, sino que se trata de un dolor que busca provocar, un sembradío de sensaciones, un cultivo de emociones.

¿Cómo podemos entender entonces el BDSM? ¿Qué es el BDSM? ¿Se trata de una praxis nihilista? ¿Es una liberación de distintas fuerzas? ¿El regreso de un estado primitivo? ¿La irrupción de la violencia en el amor? ¿La aparición del amor en la violencia? ¿La negación del placer? ¿La aceptación del dolor? ¿La pérdida absoluta de la libertad? ¿El enfrentamiento con la libertad absoluta?

Antes de empezar a intentar responder tan abrumadoras preguntas, es importante resaltar una cosas que el BDSM definitivamente es y otra que definitivamente no es. El BDSM es una práctica consensuada, voluntaria y negociada: una práctica que está basada en la confianza y en el cariño. Aunque es cierto que esta práctica es una que conlleva un estado de extrema vulnerabilidad, esta vulnerabilidad siempre parte de acuerdos fijos y un ambiente seguro. En contraste, el BDSM definitivamente no es una puerta que debe llevar al abuso. Es cierto que existen prácticas de dominación con roles dominantes y sumisos, pero estas relaciones horizontales siempre son parte de un juego, de una puesta en escena. Para llevar a cabo este tipo de prácticas de manera saludable es necesario que se plante siempre desde una relación horizontal. El BDSM debe ser responsable, o no ser.

Cuando entendemos esto podemos ver en el BDSM un océano de posibilidades, un mundo sin restricciones… irónicamente. En mi experiencia, las practicas de bondaje y masoquismo me han llevado a conocer aspectos de mi mismx que no hubiera podido conocer de cualquier otra forma. Incluso, viví una situación que me llevó a repensar mi relación con el catolicismo y la religión en general. Todo este potencial de creación se basa completamente en su aspecto destructivo, en la transgresión de fronteras y la revalorización del placer.

Pregúntale a cualquier persona que sea practicante y te dirán que si hay algo que el BDSM requiere es la creatividad. Producir dolor de tal manera que pueda ser disfrutado requiere repensar la manera en la que pensamos el dolor y el placer. Participar de manera activa mientras tienes todo tu cuerpo amarrado a la cama te lleva a descubrir distintas maneras de sentir tu cuerpo y tus fuerzas. Explorar las dinámicas de dominancia y sumisión te lleva al análisis de las maneras en las que te relacionas. El BDSM es un acto creativo puro y esto nos dice mucho de nuestras habilidades creativas y destructivas.

En el prólogo a la edición 1831 de Frankenstein Mary Shelley dice:


La invención, y esto debe admitirse humildemente, no consiste en crear de la nada, sino del caos; debe contarse con los materiales, en primer lugar: la invención da forma a sustancias oscuras e informes, pero no puede hacer que exista la sustancia en sí misma².


El BDSM se basa en este principio, de lo que se trata esta práctica es de tomar los límites del placer y dolor –esta sustancia oscura– y darles una nueva forma, encontrar nuevas formas de pensarlo y sentirlo. El amarrar y restringir son la negación de la libertad que a su vez nos demuestran una nueva manera de ser libres, de pensar el control del otro como libertad, como goce.

La fuerza destructiva que se presenta en el BDSM busca transgredir todas las fronteras y terminar con cualquier noción nomrmativa de lo que debería ser el sexo, el placer, el cariño y las relaciones sexo-afectivas. El practicante del BDSM rasguña y se deja rasguñar; amarra y se deja amarrar; destruye y se deja destruir, pero siempre con una misión, con un objetivo: disfrutar.

Es cierto que en las prácticas de BDSM me han llevado a enfrentarme al vacío, al completo sin sentido, al nihilismo absoluto; sin embargo, siempre hay algo más allá. El BDSM es destrucción que siempre implica algún tipo de creación. No se trata de una aceptación de la violencia en la práctica sexual, sino que se refiere a una transformación de la violencia, a una resignificación de las fuerzas destructoras para contextualizarlas en un ambiente de confianza y consentimiento.

El BDSM es un viaje que marca el contorno, que explora las fronteras entre lo que nos gusta y lo que nos asusta, pero siempre con cuidado. Lo verdaderamente hermoso de este tipo de prácticas es que siempre es consciente de su aspecto experimental, de su constante búsqueda y de su peligrosa exploración. En el BDSM el sin sentido cobra sentido, la nada refleja la posibilidad del todo, y se afirma lo negativo. Las prácticas de bondaje, dominación, sadismo y masoquismo son espacios de confianza y seguridad donde nos podemos conocer de maneras que nunca hemos pensado, experiencias donde creamos a través de nuestros impulsos destructivos, donde jugamos y amamos sin pena, sin miedo.


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¹ Por sus siglas en inglés: Bondage-Disciplina, Dominación-Sumisión y Sadismo-Masoquismo

² Mary Shelley, Frankenstein (México: Paidós, 2018), 272.


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Bibliografía y lecturas recomendadas

Bibliografía

  • Shelley, M. (2018). Frankenstein. México: Paidós.

Lecturas recomendadas:


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