Cassandra “el Bicho Raro” Arellano
No obstante, estaba ya al borde del olvido… -Franz Kafka
There's a bug like an angel stuck to the bottom of my glass - Bug Like an Angel, Mitski
La Metamorfosis, del escritor checo Franz Kafka, es una multitud de diversas cosas para una multitud de diversas personas. Para muchos, se trata de uno de los libros que te obligaban a leer en secundaria y preparatoria. Un grano de arena más en un desierto de monotonía. Para otros, es un innegable clásico de la literatura occidental del siglo XX, un ejemplo del existencialismo que estaría apunto de invadir la mente de miles en los años por venir. Para mí, es un ritual, la única lectura que repito por lo menos una vez al año desde 2018.
No podría decirles qué es lo que tanto me atrae de ella. Tal vez esta es la razón por la que, después de tantas lecturas y relecturas, me he decidido por escribir una reseña; un último esfuerzo antes de entrar en un sueño turbulento. Pero siendo totalmente honesta con ustedes, esto no es como tal una reseña del libro, sino que es una reseña de todo aquello que lo rodea. No sobre su contexto, su origen, o aquello que estaba pasando durante el año de su publicación, sino sobre aquello que lo rodea hoy, finales de febrero del 2024, cuando estoy escribiendo estas palabras.
En el caso de que no conozcas La metamorfosis, se trata de una de las pocas obras que Franz Kafka publicó en vida, y narra la historia de un vendedor ambulante llamado George Samsa que despierta un día transformado en insecto gigante ––la gente te dirá que se trata de un escarabajo o una cucaracha, pero la realidad es que el libro nunca lo especifica––. Kafka narra la reacción de la familia Samsa ante esta transformación, el aislamiento que George sufre y su lenta caída en la resignación.
Lo primero que resulta interesante de esta novela es que, a diferencia del resto de sus personajes, George Samsa no parece estar sorprendido o asustado por su repentina metamorfosis. En realidad, para él no es nada más que una inconveniencia menor. Está listo para ir a trabajar y seguir su cotidianidad sin pensarlo dos veces. Parecería que nada verdaderamente sustancial ha cambiado. Unx entonces se pregunta: «¿Será que en realidad siempre fue un insecto?»
Y es que podría seguir hablando sobre el estilo tan peculiar de Kafka, de las metáforas que se pueden encontrar en la narrativa, sobre sus nociones tempranas del existencialismo y el absurdismo; pero, la realidad es que personas mucho más hábiles y estudiadas que yo ya lo han hecho. Así que a mí no me queda nada más que preguntarme ––y preguntarles a ustedes–– ¿acaso no estamos ya cansadxs de despertar como insectos?
Porque la década del 2020 no puede ser definida de mejor manera que con la palabra «resignación». Todo empezó con una pandemia. Muchxs fueron obligadxs a aislarse y a vivir de manera puramente digital, otrxs menos privilegiadxs tuvieron que salir, sabiendo perfectamente que sus vidas estaban en peligro. Millones murieron a causa del COVID, otros miles murieron porque el virus resaltó las carencias de cuidado y justicia que habitan el sistema actual.
El aislamiento hizo mucho más notable la cultura de ansiedad y depresión que ha estado lentamente consumiendo al planeta. Además, a través de la brutalidad y la opresión de las instituciones dominantes, cada día resaltaba el denigrante y peligroso trato hacia distintas disidencias. Y por si fuera poco, dicho trato indignante también fue evidenciado a través de las tendencias de ultraderecha que empezaron a regresar a lugares prominentes en la política y al poder completamente irregular conferido a grandes empresas.
Pero aquí es donde la actitud de George Samsa empieza hacer tanto sentido. Esto no pasó del día a la mañana, no nos despertamos el primero de enero del 2020 para encontrarnos con un mundo envuelto en llamas, sólo que hay días, semanas, o meses donde las cosas quedan más claras. Hay mañanas en las que es imposible no darse cuenta que nunca tuvimos manos y pies, sino que siempre fueron múltiples patas largas, negras y peludas que salen de un duro caparazón.
Claro que es muy fácil dejar que mi conciencia se hunda en este tipo de grotesco pesimismo. Poner una pata delante de la otra y la otra y la otra y la otra… hasta salir del cuarto para desayunar con el resto de los bichos en mi familia y que todxs continuemos con nuestro día como el resto de los días. Es mucho más fácil vivir así que intentar hacer algo al respecto, intentar cambiar las cosas y buscar, con ayuda de mi comunidad, un mundo mejor. Es más fácil ignorar las antenas que salen de mi cabeza que pensar cómo es que llegamos a despertar insectos.
Estoy segura que para este punto muchxs de ustedes ya dejaron de leer, honestamente espero que ese sea el caso. De hecho me sorprendería que este texto sea legible. Pero aunque soy totalmente consciente de lo molesto, cansado y aburrido que es leer un nivel tan dramático y exagerado de pesimismo, el día de hoy no voy a ser responsable y me quedaré aquí, cómodamente acostada en el suelo sabiendo que tengo el privilegiado de odiarlo todo y a todxs.
¿Por qué?
Porque creo que estoy en mi derecho, porque la resignación se ha vuelto sinónimo de cotidianidad. Si no me alarma despertarme como insecto y me alarma más que no haya nadie que lea mi CV creo que me está permitido hacer un berrinche. Sera que es poco ético, que es un abandonado político y un suicidio filosófico, pero al final del día nadie se dará cuenta.
La metamorfosis ––y spoilers para lxs que no lo han leído–– termina con la silenciosa muerte de George unos días después de quedar seriamente herido a manos de su padre. La última página nos enseña a la familia Samsa descansando después de los horribles días que vivieron bajo el mismo techo que el insecto, sonriendo porque por fin todo ha acabado. El cadáver es tirado en la basura.
Así que esta es mi reseña del libro, y por extensión de la actualidad: Kafka nos pinta la vida normal de un vendedor que ha sido reducido al tamaño de un bicho por las responsabilidades de su vida, la relación desgastada con sus padres, la apatía de sus compañeros y el gris de las nubes. La novela termina por señalarnos lo importante de la resignación y la tranquilidad que podemos ofrecerle a lxs que nos rodean con nuestro silencio. La evidencia perfecta de que el terror no está en nuestros cuerpos, sino en cómo se relacionan lxs demás con ellxs.
Desde el 2020 he conocido a personas que han crecido, que han cuidado, que han ayudado, que se han enamorado, que han jugado, que han llorado y que han reído. Insectos todxs, pero aquí seguimos.
Bibliografía:
Kafka, F. (2022). La metamorfosis. Nørdica Libros.
Comentarios